sábado, 2 de agosto de 2014

El Calendario de la Extinción.

...Y he aquí el motivo por el que ha pasado un mes desde la publicación de mi última entrada en el blog. 

   Muchos pensarán que lo más difícil para un escritor es ejecutar el laborioso y placentero acto de escribir sus obras. Eso también lo pensaba yo. Nada más lejos de la realidad. 

   Escribir la obra es la parte dulce del proceso. Exprimir tu imaginación desconectando de todo y de todos, sumergiéndote en los abismales rincones de tu mente para inventar las historias que inmortalizarás; las tramas que la construirán; los personajes que las protagonizarán... 

   Empezar a documentarse del universo que envuelve a las historias que vas a escribir: libros, revistas, la socorrida Wikipedia, documentales del canal Historia, blogs, artículos, hemerotecas de periódicos... y agarrar tu libreta y empezar a tomar apuntes; anotar ideas, nombres, lugares, fechas, conceptos, canciones, películas... todo aquello que pueda ser una fuente, que pueda generar o que pueda hacerte recordar una idea... 

   Y después, sentarte delante del ordenador. Abrir un nuevo documento de Word, en blanco, y empezar a escribir. .. Escribes, guardas, borras... salto de página... ya tienes un capítulo. Y así resulta que has activado un proceso de no retorno en el que pasarás las mejores horas que puedes tener contigo mismo: explotando tu mente, tus ideas, tus capacidades, tu creatividad... 

   Esto es sin duda, lo más bello del oficio de escribir.

  ¿Dónde está, pues, la trampa? Acabar la novela ya no es tan placentero. Esas maravillosas horas que has pasado en complicidad contigo mismo llegan a su fin culminando tu gran obra, de la que por siempre te sentirás orgulloso. Pero esa obra de pronto ya no es una novela. Ya no es el fruto de las horas, de las noches interminables bronceándote a la luz de los pixeles de la pantalla hasta que la tenue luz del alba se cuela por la rendija de la ventana... de las semanas,  de los meses e incluso de los años de implicación, estudio, trabajo y dedicación. 

   Tu amada novela se acaba de convertir en un objeto de naturaleza mercantil. 

   Agentes y editoriales la verán de entrada como una ladrona de tiempo, luego como una arriesgada inversión y después, si todo sale bien, como una fuente de ingresos. Y para compartir ese manantial de dinero, se buscarán a otros dos amigos: a un librero y a un distribuidor, y los tres se quedarán con un 90% de las ventas de tu obra. Fantástico... 

   Tú, autor, pones el talento, la creatividad, la fantasía, y en definitiva, la cultura. Y la ilusión por ver emerger tu novela y que la lean los demás se va poco a poco marchitando, al contemplar como el corporativismo se llena los bolsillos con los frutos de tu propio trabajo. 

   Haciendo esta reflexión, uno debe preguntarse: ¿vale la pena escribir?

   Escribir, sin duda. 

   ¿Publicar? 

  Claro que sí. 

  ¿Cómo si no podrá llegar tu obra a conmover el alma de algún lector proporcionándole horas de ilusión y evasión?  Hacer llegar tu obra al mundo es la sencilla y patente consecuencia del proceso de escribirla. Y hoy que para publicar ya no son imprescindibles ni agentes, ni editores, ni distribuidores. No hay motivos para creer que tus obras tengan que quedar relegadas a los oscuros cajones del anonimato. 

   ¿Qué mejor forma que regalar para promocionar? 

   Durante estos últimos meses he estado dando forma al final de mi nueva obra y acabo de registrarla. Se trata de una novela corta, titulada "El Calendario de la Extinción". Es un spin-off de una de las tramas de mi novela: "La Hermandad del Venetto". Ahora le toca ser sometida a un riguroso proceso de revisión y corrección, y después, estará disponible para plataformas digitales en Amazon. 

   Prefiero que, en primera instancia, sean los lectores los que decidan si mis obras merecen ser leídas. Prefiero que el peso de esta decisión recaiga en el valor cultural y no en el potencial económico. 

   Lo mejor de una obra son los lectores, quienes han realizado una irrecuperable inversión en ella: su tiempo. Sin lectores, una obra no es mas que una estéril acumulación de letras, un alma penosa que vaga sin sentido por los tenebrosos páramos de la No Existencia. 

   Y ahora os dejo. Tengo una obra que pulir y embellecer. En breve, mas posts sobre ella.

   Gracias por leerme. Y no olvidéis dejar huella, si humildemente yo os la he dejado. Vuestro reconocimiento es el alimento del alma de la creatividad.   

3 comentarios:

  1. El asunto de la diferenciación de la obra entre su valor mercantil y su valor literario, bueno. Creo que lo uno de lo otro puede separarse, sin implicar que al entrar en contacto con el mercado, la obra, pierda su "pureza", si acaso puede llamarse de esa forma.

    Por otra parte, ¿por qué tendrían que juzgar los lectores si la obra merece o no ser publicada? Ellos no juzgan más que el producto final, y aún así, la única persona que debe creer en su propia obra y decidir publicarla es el autor. Si tú crees en tu propio trabajo, los otros también lo harán; eso por default.

    ¡Suerte con tu proceso de edición! Seguro lo harás genial.

    Petonets,

    KR.

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  2. Nunca mejor expresado el recorrido que implica publicar un libro.
    Por eso tiene doble mérito que lo hayas hecho. Felicitaciones!!

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