viernes, 19 de diciembre de 2014

Reflexiones en un día gris. Memorias de un Novelista Emergente (II)

Para aquellos que vivimos a orillas del Mediterráneo, el otoño que nos gobierna y que a punto está de ser relevado, es tradicionalmente una estación gris. Aunque gracias a las mediáticas teorías acerca del cambio climático y el efecto invernadero, tal vez el otoño se haya convertido en la nueva especie en vias de extinción. Quien sabe... 

Lo cierto es que en estos días lluviosos se hace más que evidente la conexión biológica de nuestra parte espiritual con los elementos de la climatología. No es de extrañar que reaccionemos de algún modo a las vicisitudes del aire que respiramos, mostrando una evidente mimetización de nuestro estado de ánimo con el entorno. Nuestros glóbulos rojos van permanentemente cargados de ese aire que orbita pegado a nuestro planeta, y al que probablemente estemos afectando con los deshechos de nuestro propio progreso. 

Resulta increíble que nos califiquemos como "vida inteligente", cuando en realidad somos una descontrolada y arrogante panda de ignorantes que al igual que muchos animales en su estado racional primigenio, defecamos en nuestra propia agua y en nuestro propio aire que tan necesarios nos son para vivir. ¿Es eso un signo de inteligencia? Evidentemente, no lo és. 

Y la definitiva muestra de que esta civilización está irremediablemente condenanada al más estrepitoso de los fracasos es que cuando alguien eleva una voz para denunciar estos hechos, enseguida queda ahogada por el desprecio y las descalificaciones de quienes perpetúan los más terribles atentados contra nuestro ecosistema en nombre del bienestar general. 

Sin embargo, la Tierra tiene paciencia. Tiene más de cinco mil millones de años. Nosotros, apenas unos cien mil. La Tierra ha bailado alrededor del sol más de cinco mil millones de veces antes de que nosotros llegáramos. Resulta irreverente pensar que vamos a destruir el planeta. Las especies han eclosionado y han sucumbido desde los albores de la vida hasta la actualidad a través de interminables eras geológicas, sucediéndose entre constantes cambios climáticos y biológicos. Para la Tierra, no somos más que un ridículo parásito que a veces le provoca un pequeño picor y que del mismo modo que un dia misteriosamente llegó, desaparecerá irremediablemente. La cuestión es, ¿qué habrá despues?

Así pues, somos un enjambre de insectos atrapados en una cúpula de gas que viajan por el espacio a velocidad endiablada. Una casual sucesión de escudos magnéticos nos protege de las radiaciones y de las tormentas solares. Y sin embargo, a pesar de nuestra insignificante verdad y del delicado equilibrio que nos sostiene, vivimos con unos aires de grandeza y superioridad que nos creemos los amos de este universo inabarcable. 

Pero eso sí; somos "vida inteligente". 

Pues he aquí mi homenaje al deseo de que más allá de nuestra conciencia inconsciente, la vida haya conseguido en algún remoto rincón de este universo, llegar a perpetuarse con la suficiente inteligencia como para desentrañar todos y cada uno de los misterios de este cosmos infinito. Ojalá algún día, nuestras futuras generaciones tengan a su alcance la sabiduría necesaria para encontarlas y compartir esos conocimientos. 

Por desgracia, creo que si eso sucediera ahora, sería como para nosotros, descubrir una nueva especie de insectos. Sólo que en ese remoto caso, nosotros seríamos la especie estudiada. 

Ya lo dijo Arthur C. Clark: 

" Existen dos posibilidades: que estemos solos en el universo, o que no lo estemos. 
Ambas son igual de terroríficas"





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