viernes, 23 de mayo de 2014

Montsegur, 1 de marzo de 1.244








Aquel fue el primer día del último mes de la era de los cátaros, aferrados hasta su último aliento a mantener la resistencia dentro de los muros de su castillo, que estaba siendo ferozmente asediado por los ejércitos de los cruzados.

Aquí empieza nuestro viaje, con uno de los episodios más crueles y sanguinarios de la reciente historia de la humanidad. Si el medievo en un inicio fue catalogado como una época de oscuridad, sin duda recibió una etiqueta que chocaba frontalmente con la costumbre de la Inquisición en aquellos tiempos, que no escatimaba en "iluminar" a sus fieles con su férrea determinación, encendiendo grandes hogueras para purificar con el fuego los pecados que se obcecaban en ver en los demás.

Sin embargo, ¿qué es a menudo la fe sino una burda excusa para perseguir un interés diferente, más oscuro y diabólico? Aquellos inconformistas que no se resignen a aceptar una verdad aparente que se muestre a plena luz, aquellos que vean, o al menos contemplen, la posibilidad de una conspiración orquestada por los pocos que conforman la élite del poder, no se quedarán complacientemente asentados en la convicción de que la inescrutable locura de la mente humana sea la explicación de todas aquellos actos depravados que tanto mal infligen tan gratuitamente. 





El día uno de marzo de 1.244 es la fecha en el que se asienta el punto de partida de la narración que llenará las páginas de esta novela. Aunque en realidad, la historia comienza mucho antes, siglos, milenios antes. Y no en unas montañas del sur de Francia. Comienza en un remoto lugar perdido en el cosmos. Tal vez en la constelación Libra o en alguna otra galaxia tan distante que aún no ha sido descubierta. Pero allí, en aquel monte sembrado de muerte y desesperación, durante aquellos últimos días del invierno, comenzaría a fraguarse dentro de los muros de la desvencijada fortaleza de Montsegur, una estratagema para tratar de evadir el fatal destino al que los desfallecidos supervivientes del asedio estaban abocados. Una misión suicida que pondría a prueba la capacidad humana, en un intento desesperado para lograr mantener a salvo la última esperanza de supervivencia de la humanidad. 

La Historia nos ofrece la triste revelación del fatal destino que dos semanas después, corrieron doscientos cátaros, cruelmente abrasados en unas improvisadas pilas funerarias junto a los muros del castillo, a las que fueron arrojados sin distinción alguna entre hombres, mujeres, ancianos o niños. Las hogueras del Montsegur se elevaron tan alto que hubo quien afirmó que se alzaron mas allá de sus propios torreones, y que sus columnas de humo se vieron desde todos los rincones del territorio. 

¿pero cual era el objetivo que los cruzados perseguían tan sanguinariamente? ¿tan elevada era la arrogancia herética de los cátaros que había que erradicarlos de aquella forma tan salvaje? Como ya advertía antes, la mayoría de actos que se narran en esta novela llevan consigo una oscura verdad subyacente. Una aterradora verdad, escrita en las piedras mucho antes de que el hombre descubriera la escritura.



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